EN LA LUNA, de Alfredo Sanzol

Teatro de La Abadía. Madrid. (Del 23 de noviembre de 2011 al 8 de enero de 2012)

Vaya por delante que uno de los máximos placeres que experimentamos los que amamos esta profesión es el momento de sentarse en la butaca, acomodarse y esperar que la luz de sala baje. Es el primer contacto con el misterio, con "lo que va a suceder", con esa emoción que recibiremos (o pretendemos recibir) desde el escenario. La Abadía es uno de los pocos teatros de Madrid en los que ese placer comienza antes de sentarte. El espectador atraviesa la puerta y ya se encuentra con personal de sala, vestidos de negro riguroso y comunicados por pinganillo, que te invitan a participar en esa experiencia teatral antes de que el teatro comience. En este caso, después de ofrecer dos variedades de té para degustar antes del comienzo de la función, me comentaron (y a todos los presentes) la posibilidad de dejar escrito en una gran pizarra el primer recuerdo de nuestra vida. El primer recuerdo de nuestra vida.
En la luna, escrita y dirigida por Alfredo Sanzol (Madrid, 1972), uno de los directurgos (director + dramaturgo) más interesantes del panorama teatral actual, desgrana en poco menos de dos horas una sucesión de escenas (de interés irregular y ritmo desigual) ambientadas en la época de su infancia (la tan traída y llevada transición española). Son quince escenas unidas por el frágil pero recio cordón del recuerdo, esos recuerdos que todos poseemos de nuestra infancia y que, transcurridos los años y volviendo la vista, nos hacen pisar metafóricamente la luna por lo lejano, por lo borroso o por lo irreal. Este montaje es abrir un álbum de quince fotografías o escuchar un vinilo de quince temas.
Seis actores dan vida con soltura y dinamismo a esta galería de personajes dispares, sin cambiarse de vestuario (imagen de los primeros años 70, diseño de Alejandro Andújar, quien también firma la sencilla pero efectista escenografía), pero también a veces sin cambiar de registro, lo que dificulta la comprensión y, lo que es peor, la atención del espectador. Los seis actores (Juan Codina, Palmira Ferrer, Nuria Mencía, Luis Moreno, Jesús Noguero y Lucía Quintana) defienden inteligentemente sus personajes, hasta el extremo de seducir y enredar al espectador en los ramajes sonoros de un texto poderoso, sencillo, cercano y plagado de imágenes y guiños cómicos (más de una vez cerré los ojos y me abandoné a sus voces: fantástico el monólogo de Lucía Quintana sobre la escritora de relatos eróticos). Tal vez haya echado en falta más presencia escénica en alguno de ellos: es una obra de seis pilares y no los seis sostienen lo mismo.
Puedo decir que En la luna es un montaje interesante: teatro de texto, texto del bueno, una comedia con gusto y regusto, la que provoca risas y alguna que otra bombilla encendida buscando en el disco duro de la memoria, aunque redunda: sobran cuatro de las quince escenas, no aportan más que un relleno y evitarían el ritmo irregular del montaje. Toda obra basada en la sucesión de escenas sin argumento lineal es difícil que no caiga cuando dura más de hora y veinte minutos, tiempo estimado en que la atención del espectador cae si no se introducen cambios de ritmo, de enfoque o llega el desenlace.